El retinol es un retinoide derivado de la vitamina A. Este principio activo se utilizaba en dermatología para combatir el acné, pero su uso se extendió en los tratamientos estéticos para, principalmente, combatir manchas, alisar arrugas e iluminar la piel.
Este principio no se encuentra activo en la piel, cuando se aplica, se convierte en ácido retinoico y es fotosensible, por lo que su tratamiento debe realizarse principalmente en invierno, cuando la exposición al sol es menor, la luz del sol disminuye su eficacia por lo que siempre se recomienda la utilización de protección solar de factor 30 o superior.
Su incorporación a nuestra rutina se recomienda a partir de los 30 años, o cuando se muestren los primeros signos de la edad, como manchas, patas de gallo o cualquier otro, y la manera de hacerlo es poco a poco, esta sustancia puede irritar mucho si se utiliza con excesiva frecuencia o si en su composición contiene un porcentaje muy alto, los efectos secundarios de adaptación a la piel de esta sustancia, suelen ser irritación leve o sequedad.
Su aplicación se recomienda por la noche y está indicada en todo el cuerpo, su efecto sobre la piel consistirá en la renovación celular, actuará como antioxidante y estimulará la producción de colágeno y elastina.
El resultado es una piel libre de imperfecciones, más firme y rejuvenecida.